Despuntaba la madrugada del 18 de mayo, y el periodismo no perdona feriados. Una noticia de un medio porteño anunciaba en internet Uruguay: una nueva planta de celulosa comenzó a operar en el Río de La Plata.
Y no dejaba de agolparnos la idea del fracaso argentino. Con un buen desarrollo de la forestación, amplios campos propicios para esa labor, prefirieron seguir las banderas desteñidas de un grupo de marionetas radicales y cortar puentes, amenazar vecinos lugareños, atropellar soberanía de otro país, ir a mostrar glúteos a La Haya... Como si no hubiera valido más la pena descartar a gobernantes coimeros.
Mientras tanto, con responsabilidad, Uruguay fue cultivando inversiones que le han dado otra cara al país. Sabiendo que es grande la responsabilidad que le cabe, de contralor sobre todo, pero, que a la postre le rinde beneficios.
Pero como si fuera poco, ese grupejo de inadaptados y trasnochados, la emprenden contra las mineras, como si supieran algo del asunto, más que repetir lo que desde otras zonas difunden los iluminados a querosén, los fracasados de siempre, los inventores de slogans. Y como si fuera poco tampoco les sirve construir nuevos puertos, casi como proponiendo las canoas como transporte de contenedores.
Los tiempos han cambiado. Por más que aquello que era manipular la opinión pública ahora se llame fenómeno mediático, manejado por estos curanderos que ahora serán mentalistas. Han caido muros, han cambiado economias, pero los manipuladores siguen siendo cuales, y los curanderos tales.
Uruguay decidió hace mucho tiempo salir de su infantilismo. Quizás olvidando aquello que decía Lenin de que "no sólo el doctrinarismo de derecha constituye un error, también lo constituye el doctrinarismo de izquierda".
Pero por encima de ello, querer encajonar el cambio en panfletos obsoletos.
Hoy, Uruguay arranca con un nuevo proyecto celulósico. Bienvenido sea.
Como mañana puede ser la minería, de lo que mucho habrá que aprender.
O definitivamente abrir las venas a los océanos y empezar a vivir de cara al mar.
Porque los argumentos de peso y la ciencia han ganado espacio.
Las verdades han dado espacio para que vea insostenible su posición.
Hace poco recordábamos que F. Nietzsche [1844-1900] avisaba: "se alzan ahí, es cierto, enormes fuerzas; pero son fuerzas salvajes, primitivas, carentes en absoluto de toda misericordia".
Son fuerzas primitivas, instintivas.
Faltas de inteligencia, creatividad y capacidad.
La historia de la humanidad está llena de tristes ejemplos de tiranos intentando desafiar las leyes de la naturaleza. Invariablemente todo intento de violar las leyes naturales termina en el más abyecto fracaso.
Muchas veces hemos repetido que la realidad objetiva enseña que así como no puede sembrar papas y cosechar arándanos, tampoco puede continuar produciendo indefinidamente determinado bien a pérdida o a fluctuaciones que hacen trastabillar la economía. Y Uruguay se ha adaptado a esos cambios, mal que les pese a muchos; ha doblado la página del quejarse y no ensayar nada.
Se sienten los estertores. La herida es mortal.
Habrá que ir sumando los daños causados.
Porque olvidar lo pasado sería de idiotas. Nunca falta una puñalada trapera.
El resto... el resto es silencio
Cortesía: Jorge Balseiro Savio
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