Hace varios años un grupo de activistas afirmó que una industria pastera ubicada en la República Oriental iba a ocasionar la muerte de Gualeguaychú. Esta profecía fue desmentida por la realidad, pero mientras tanto sus profetas cometieron delitos grandes en nombre de "todos" los gualeguaychenses. Aún en los días que escribo esto, se sigue invocando nuestra representación en actos de hostigamiento.
Para desmentir esto, es que relato lo vivido por mí en relación a los hechos que involucraron a la ciudad de la que soy nativo. No puedo hacerlo a través de la prensa común porque es de temer la manipulación y tergiversación.
He sufrido y arriesgo seguir sufriendo por resistir esta opresión combinada de activistas y élite de nuestra ciudad, pero siento que -desde mi posición- tengo el deber de manifestarme para hacer efectiva la libertad de expresión y la igualdad.
He aquí el detalle de mi experiencia:
PRIMER CONTACTO CON EL TEMA
Tuve una primera noticia sobre la cuestión "Papeleras" hace varios años, durante un descanso en el trabajo, cuando un compañero me preguntó:
-¿Viste el lío que se está armando por unas Papeleras que van a poner en Fray Bentos?
- No - ¿Qué pasa? -me interesé-
- Van a poner unas fábricas de papel en la otra orilla y hay gente que dice que eso va a ser un desastre ecológico.
- Bueno -le dije- Eso es un problema de los fraybentinos. Que lo resuelvan ellos.
- Es que los han envalado a los de acá y ahí andan organizando protestas.
- Bah... le dije yo- Estamos a 50 Km ¿Que nos puede afectar una fábrica allá?
- Ellos miden 27 Km en línea recta...
- ¿Sobre papel?¿Consideran que el aire no es una planicie y que los vientos no se mueven en línea recta... -pregunté- y agregué una ocurrencia de momento: - Para salir de dudas sobre la contaminación se podría hacer una simulación por computadora...
- ¿Te parece viable?
- ¡Claro!... Pero más urgente sería aplicarla al Parque Industrial. ¡Y eso sí que está a las puertas del pueblo! - Le dije, recordando que una vez me habían mandado a sacar muestras del agua de su Cañada de desagüe para someterlas a test de prueba, pues había indicios de aumento de contaminantes en el río Gualeguaychú y se quería determinar su origen.
La conversación terminó ahí. Pronto nos concentramos en nuestras tareas. Pero mi compañero estaba preocupado, a él le afectaba de cerca el problema, su familia era binacional. Cuando podía, se iba a pasar días en la otra orilla. Yo, en cambio, sólo dos veces había "cruzado el charco"; la primera vez, en una visita guiada a las obras del puente internacional y la segunda, a unas Jornadas sobre Medio Ambiente. A pesar de tan escaso contacto me interesaba el Uruguay; una de mis raíces estaba en aquel lado, representada por un bisabuelo que fue soldado allá, en la época de las guerras civiles. Las anécdotas de sus aventuras habían llegado hasta mí. Parece que era un mestizo, baqueano de las orillas de los ríos. Lo conocían por el apelativo "ríos" de donde derivó su apellido. También había servido en las filas entrerrianas. Formó familia con una gualeguaychense, hija de un navegante del río Uruguay. Esta pareja es ascendiente de unos cuantos gualeguaychenses (alrededor de doscientos en la quinta generación) y a todos nos satisface conocer que, más allá de ese mestizo, una de nuestras raíces nos relaciona al pasado indígena de la región, mucho antes de que se formaran las repúblicas de la actualidad.
PESAR POR EL CORTE DE LA RUTA INTERNACIONAL
Debo reconocer que no me interesé por el asunto de las "Papeleras" hasta que empezó el corte rutero por tiempo indeterminado.
Siendo un trabajador vial, para mí -y creo que para la mayoría de los compañeros viales- la gran satisfacción espiritual que nos compensa la dura tarea es el ver que nuestra obra sirve a la gente. El camino, las rutas, son nuestra ofrenda al país. Por eso, el hecho de estas vías de comunicación terrestre sean tomadas para hostigar, desnaturalizando su razón de ser, a muchos nos causa bastante contrariedad.
Además, los cortarrutas decían actuar en nombre de "todo" el pueblo de Gualeguaychú, del cual -según ellos- tenían respaldo "unánime" En este punto se planteaba una contradicción entre lo que se publicaba y la realidad; la misma consistía en que, varios de los que hablaban en nuestro nombre, siendo ellos forasteros, estaban tomando nuestro lugar y por añadidura no consultaban nuestra opinión. Traté de darle forma a mi pensamiento y me dije:
- "Soy gualeguaychense. Sé que impedir la circulación es un delito. Los cortarrutas, al decir que "toda" la gente de aquí aprueba ese proceder, nos están involucrando en su delito." Traté de comunicar mi sentir a través de los medios de prensa fijándome dos metas, la primera: Encontrar copoblanos que compartieran mi preocupación y la segunda: Que los lectores de afuera de Gualeguaychú supieran que, por lo menos un nativo, rechazaba el proceder de los cortarrutas... Pero al tratar de concretar ese anhelo me topé con otra valla: Nuestros medios de comunicación. Advertí que no eran neutrales y que no parecían dispuestos a facilitar un espacio para el disenso. Hablé, visité sus despachos y nada conseguí. Mis opiniones no fueron difundidas. Entre el brindar un servicio objetivo y el sumarse a una "lucha" que ellos consideraban justa, habían optado por esto último. Así lo dijo un periodista local a un investigador universitario de la Provincia de Buenos Aires y -hasta donde yo sé- ninguno de sus colegas ni directivos lo corrigió. Además esto es evidente para quien se tome el trabajo de revisar lo difundido mediáticamente en los últimos años. Quienes disentíamos no teníamos posibilidad de expresarnos y con este procedimiento ellos podían emitir al exterior un mensaje de aprobación unánime a lo que se estaba perpetrando.
SORTEANDO VALLAS
Por esos días un amigo de mi hijo menor, deportista él, se lamentó en casa de que no podría participar en una carrera Maratón en Fray Bentos.
- Podrías pasar a pie en el corte -le dije-
- Sí, pero pueden agredirme -me respondió.
Nos pusimos a buscar en Internet detalles del evento. Ahí encontramos un blog que se enfocaba en el conflicto. Los uruguayos sólo habían accedido a la versión "oficial" de nuestros medios de prensa y se sentían ofendidos.
- Escriba sobre lo que nos pasa a nosotros -me dijo el maratonista-
Así lo hice. Y desde entonces quedé en comunicación con los orientales. Los blogs, al ser tan espontáneos y participativos, son como una cantera de información muy rica, pues entre los participantes hay científicos, personas criteriosas y también -desde luego- fanáticos con los que es imposible razonar, pero todo sirve para tener una visión de lo que sucede. En mi caso, de a poco fui dándome cuenta que -en relación con nuestro medio ambiente- yo conocía un poco más que los líderes del Corte y que, por lo tanto, podía y debía aportar mi experiencia en este problema. Como técnico había trabajado bastante en obras y proyectos tales como los de Defensa contra Inundaciones, el Acceso Sur, la Planta Depuradora de Efluentes y otros que sería largo enumerar. En ellos, por mandato superior, teníamos muy en cuenta la situación ambiental. En mi foja de servicios constaban trabajos ya concretados y que funcionaban bien. Creo que hubiera podido ayudar bastante a ecologistas ecuánimes, pero en el caso de los Cortarrutas y de una élite que monopolizaba la pluma y la palabra, se asumía que sólo ellos eran los que sabían. Nadie que pusiera en duda su profecía de la "muerte de Gualeguaychú" podía tener cabida en esa asamblea.
Así estaban las cosas y nada podíamos hacer por el momento. Pero sucedió que en la ROU se organizó un asado de confraternidad y me invitaron. Allá fui llevando una verdad que era mía y de otros gualeguaychenses. Además iba en busca de la verdad de ellos. En este anhelo yo seguía el propósito de la Oración por la Patria que recitábamos en las Misas, este es: que "nuestra identidad sea la pasión por la Verdad".
Con referencia al Corte Rutero no había duda que se procuraba hacer un mal a los uruguayos con la esperanza de que éstos, para evitar el perjuicio, cedieran y no instalaran la Pastera. Los mismos ejecutores de esa acción lo decían claramente. Hacer un mal para lograr lo que ellos consideraban un "bien" es una cuestión que se plantea cada tanto. San Pablo la aborda en una de sus epístolas: ¿Vamos hacer el mal para que resulte un bien? -pregunta- y él mismo da una respuesta terminante: Los que hacen eso merecen la condenación.
En Fray Bentos testimonié que había gualeguaychenses para los que el tema "Papeleras" era irrelevante y que rechazábamos el corte rutero, pero que no teníamos posibilidad de expresarnos en nuestro propio lugar. Este testimonio fue difundido por la prensa uruguaya y a través de ella pasó a los grandes medios de Buenos Aires.
COSECHANDO AGRESIONES
El descubrimiento de mi disidencia parece que indignó a quienes creían que una causa tan "noble" no podía ni debía tener oposición. Algunos dedujeron que, si yo estaba en contra del corte, estaba a favor de la Pastera, pero yo no quería discutir ese punto; sólo me enfocaba en dos cuestiones: 1) Que era delito cortar la ruta y 2) Que bloqueaban mi libertad de expresión en mi propia comunidad. Además yo no tenía relación con la organización que habían fundado para sus fines. Algunos de sus dirigentes notorios provenían de otros lugares y no los conocía. Esa era la realidad. Se debía aceptar que aquí somos libres. Hacía casi dos siglos que nuestros antepasados habían conseguido libertad e igualdad para todos en este continente y, ante la situación que estábamos viviendo, yo pensaba que sería deshonroso el que por miedo o timidez no hiciéramos uso de esos bienes que con tanto sacrificio consiguieron aquellos próceres. Además los debíamos conservar para nuestros descendientes "Seamos libres primero" decía San Martín. Pero al parecer los cortarrutas pensaban que primero estaba su reclamo y que, el que no lo aceptaba así, tampoco merecía ser libre. Comenzaron a llamarme telefónicamente en las madrugadas y con amenazas en las cuales mi familia quedó como rehén. O sea que, siendo yo responsable de la tranquilidad de mi familia, debía guardar silencio y no contradecirlos. Así lo hice. No atendí a ningún medio de prensa extra-gualeguaychense. Con los locales si, hubiera cooperado, pues juntos podríamos haber hecho algo en favor de la libertad de expresión de los copoblanos, pero no trataron de hacer notas conmigo a este respecto.
Sin limitaciones de parte de quienes tenían el deber moral de imponerlas, los fanáticos dieron un paso más, una noche, alrededor de las 23.00, mientras en casa bregábamos acondicionando una habitación para alojar un familiar que había llegado desde Concepción del Uruguay, llegó también uno de mis hijos políticos y me dijo:
- Guillermo, ¡te han pintado la casa! -Yo, concentrado en mi tarea, no entendí el sentido de lo que me decía y le respondí
- No. Pero el mes que viene le voy a dar una blanqueada
- ¡No!¡No! te digo que te han escrito en la pared ¡Te han escrachado! -me aclaró él-
Sorprendidos todos los de la casa, de inmediato salimos a la vereda y, efectivamente, había un gran escrito que me declaraba "traidor" y "vendido". Llamé a la Comisaría y vinieron enseguida. Yo soy socio en la Agrupación de Amigos de la Comisaría, de modo que compartíamos valores y confiaba en su competencia. Los agentes verificaron el hecho
- ¿Quiere hacer una denuncia o exposición? -Me preguntaron- Les respondí que no. Pero les pedí que tomaran los recaudos que correspondieran. Así lo hicieron, reforzaron el patrullaje en la zona y establecieron una vigilancia discreta. Días después pusimos aparatos telefónicos que grababan las llamadas.
Mientras tanto mi familia se retiró a la ciudad de La Plata, como medida de protección para nuestros hijos menores, pues cabía esperar nuevas agresiones. Así fue, continuaron las llamadas telefónicas y éstas fueron grabadas. En ellas se me exigía callar bajo amenaza de "ser boleta". Desde la ROU, numerosos amigos tuvieron la intención de presentarse en Gualeguaychú para hacer patente su solidaridad para conmigo pero yo les pedí que no lo hicieran pues en realidad la agresión misma probaba que los cortarrutas eran represores.
Algunos allegados estaban con el corazón dividido, por un lado se condolían conmigo y por otro creían en lo justo de "la lucha".
- Esta agresión y estas amenazas que te hacen no vienen de la Asamblea -me decían
- No tengo problemas en aceptar lo que ustedes dicen, pero la Asamblea no lo aclara -les contestaba yo- Cuando lo haga, avísenme. Es más, hagan ustedes de portavoces míos y díganle lo que yo espero.
- Esperá sentado -me decían en broma otros amigos- No lo hará. Esto que te hacen a vos sirve de advertencia para que nadie se anime a contradecirlos.
De cualquier manera yo no estaba pendiente de lo que hiciera o dijera esa asamblea. Sí, estaba seguro, de que no me iba a someter a gente que se había autoimpuesto la misión de "salvarnos" y que, en contraprestación, exigía de nuestra parte adhesión incondicional.
Por otra parte, me urgía resolver la situación escolar de mi hija menor que, desde que comenzaron las agresiones, estaba en la ciudad de La Plata. Había que decidir si regresaba a Gualeguaychú o, en caso de que su permanencia no fuera segura aquí, gestionar su pase a un Colegio de aquella ciudad. Sucedía que -al parecer- había algunos docentes fanatizados. Los activistas habían programado eventos para que los chicos los protagonizaran. En oportunidades anteriores había recibido comunicaciones sobre día y hora en que se harían, con un agregado al pie que decía "Asistencia obligatoria". Los chicos no deben ser involucrados en los reclamos de los mayores dicen los fundamentos de la Declaración de Derechos que los amparan. En el caso de Gualeguaychú esto fue violado. Se los atemorizó en clases alusivas a las pasteras, fueron utilizados para recitar reclamos, constituir las llamadas "Marchas Blancas" y hacer número en las manifestaciones generales.
Las autoridades poco podían hacer en este contexto pues ellas también estaban expuestas a escraches y hacerles frente sólo podía producir riesgos mayores a la población escolar. Aún así, tanto la rectoría escolar como la Dirección de Enseñanza garantizaron el retorno de mi hija a clases. Además aclararon públicamente que "no auspiciaban" esos actos y que el seguro escolar no tenía vigencia ante eventuales riesgos a que se exponían los chicos, aunque fueran con autorización expresa de sus padres.
No se podía hacer más. Las autoridades políticas y las fuerzas de seguridad estaban condicionadas también. Hubieran podido hacer mucho las "autoridades morales", me refiero a la élite intelectual y a los directivos que conducían las organizaciones profesionales e intermedias en general, pues entre los agredidos y entre los perjudicados por el corte, se contaban colegas y asociados de sus instituciones, pero no afrontaron los hechos.
Ante esta situación -incómoda para esa élite e irritante para mí- desde los servicios de seguridad se me aconsejó alejarme de la ciudad y así lo hice por períodos bastante largos. De todas maneras tenía una satisfacción y era que, para el futuro, cuando se escribiera la historia de estos sucesos, mi caso podría servir de coartada para liberar de responsabilidad a muchos copoblanos, pues pendía -sobre quien estuviera en desacuerdo con los activistas- la misma amenaza que ya se había concretado sobre mi y sobre otros, y la mayoría no tenía las opciones de que yo disponía. Quizás intercomunicándonos hubiéramos podido conformar una resistencia, pero los medios -al militar junto a quienes nos avasallaban- hacían imposible esa alternativa.
Sólo cabía esperar que la Corte Internacional de Justicia -ante quien el gobierno nacional había llevado el reclamo de los ecologistas- diera su fallo respecto del peligro ambiental que supuestamente representaba la Pastera de Fray Bentos.
El corte se mantuvo por años y causó una tragedia. Una noche de niebla, un motociclista perdió la vida al estrellarse contra la valla puesta en la ruta por los ecologistas. El hecho se minimizó. Es más, sobre la sangre aún reciente de su víctima, pasó una manifestación en "defensa de la vida". Ante esto, varios amigos pedimos amparo verbalmente y por escrito a las "autoridades morales".
Les pedimos que interpusieran su autoridad moral para liberarnos de la amenaza que sufríamos por el sólo hecho de disentir. En el petitorio decíamos que un silencio de parte de ellos podía interpretarse como un aval a los prepotentes. Ninguno contestó nuestro pedido.
Mediáticamente la "lucha" aparentaba seguir con los bríos iniciales pero la realidad demostraba lo contrario. Señal de ello fueron las quejas de los sostenedores del corte diciendo que se los estaba dejando solos. Los medios nacionales ya no le dieron prioridad y por último la Corte Internacional de Justicia informó que no encontraba pruebas de la contaminación aducida por los recurrentes. Ante la resistencia de éstos a aceptar el fallo y levantar el corte el gobierno nacional entabló cargos contra las rebeldes por una serie de delitos, el más grave -e irreparable- la responsabilidad por la muerte del motociclista.
FINAL QUE NO SE ASUME TODAVIA
Quienes de varias maneras sufrimos represión por defender nuestra libertad -que en definitiva es la de todos- todavía (a septiembre 2011) estamos silenciados en nuestro pueblo.
Mientras, quienes más comprometieron su acción en la aventura cortarrutera, están en ese limbo de audiencias y expedientes legales en el que se pasa a depender de otros y la incertidumbre es el pan de cada día. Consecuencia penosa de una "cruzada" que se fijó una meta a la que se debía llegar cayera quien cayera, sacrificando hasta la verdad, incluso la vida de un inocente.
Esta es una experiencia que convendrá tener presente. La clave en las encrucijadas del destino debería ser el desechar el temor. El miedo impulsado por noticias falsas, las ganas de lograr un "bien" aún por medio de la violencia, se han manifestado expresamente en este caso. De este tropiezo moral creo que hay responsables intelectuales que ahora son espectadores libres de cargos.
Los disidentes teníamos razón. Una profecía de catástrofe ambiental, que la realidad demostró que era infundada, no podía ser motivo para agresiones tan profundas y persistentes. La Pastera "nació" en F.B. y lleva varios años de vida, la ciudad de Gualeguaychú no ha muerto obviamente, por el contrario, está plena de vida y los turistas siguen llegando masivamente a sus playas, atraídos por la propaganda local que -evidentemente- no considera cierta la cantilena de que la Pastera nos está envenenando. Pero el consulado de la ROU y algunas visitas importantes siguen sufriendo hostilidad ya sea presencial o desde los medios locales, todo en pretendida representación "del pueblo".
Quienes disentimos seguimos siendo víctimas de maniobras que neutralizan nuestra manifestación y nos reducen a silencio. Por eso es que escribo este testimonio, consciente de que me puede acarrear nuevas agresiones, hasta matarme, si decidieran cumplir aquella amenaza que me condicionaba a silencio. Pero también con la esperanza de hallar, con otros, un camino libre y promisorio para la gente de aquí. Las acciones desarrolladas en estos años nos han traído muchos perjuicios. Gualeguaychú ha perdido muchas oportunidades por esta causa. El Acceso Norte se ha suspendido. Seguramente, quienes proyectan las grandes obras de integración continental, desecharán el paso de las mismas por Gualeguaychú si tienen opciones menos problemáticas. Por la misma razón es lógico deducir que cualquier emprendimiento industrial importante descartará este lugar para asentarse.
Se han gastado millones inútilmente. Sólo la gestión ante la Corte Internacional de Justicia costó 2.300.000 dólares ¿Cuanta utilidad hubiera podido rendirnos esa suma en obras que necesitamos? entre ellas, las que perfeccionarían el saneamiento ambiental. Sería aleccionador que se informara todo lo que se ha gastado en gestiones inútiles y cuanto se perdió con la paralización del tránsito durante más de tres años. Pero no pretendo acusar sino manifestar que me ofrezco y deseo ayudar, olvidando todas las humillaciones pasadas y, para hacerlo me inspiro en la oración de San Francisco de Asís, el santo ecologista, asumiendo que debemos ser instrumentos de paz, que donde haya odio debemos poner amor, donde haya ofensa, perdón; donde haya error, verdad; donde haya discordia, unión; donde haya angustia, esperanza; donde haya duda, fe; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, alegría. Quedo a disposición pues entiendo que, en libertad y con la verdad, no ofendo ni temo y que, todos unidos, debemos trabajar por el bien de Gualeguaychú. Hay mucha tarea por delante.
1 comentario:
BIEN GUILLERMO, PUEDE SER CORRECTO TU TEORIA DE LOS VIENTOS ASCENDENTES.
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