Hoy participé de una experiencia inolvidable: luego de años de escuchar el avance de la izquierda por la radio compañera y en los últimos dos años, escuchar también cómo quienes hoy ostentan el gobierno se pasaron a la derecha, tuve la maravillosa posibilidad de que la Asamblea Popular visitara mi querido complejo Malvín Alto.
Ya había participado varias veces de este ritual, pero nobleza obliga decir que hoy las expectativas eran otras: venían a un lugar donde vive mucha gente y quizás la problemática de estas personas podía ser escuchada o denunciada en un ámbito puro y de participación nunca antes ofrecido, recordando las viejas prácticas de los cabildos abiertos.
Participé como oyente desde las 11:00 hasta las 13:30, –tiempo que duró el acto-, que fue una demostración de democracia participativa: no más de 35 personas, pues los conté y no pudieron llegar a 36. Pero lograron expresarse hablando entre ellos, un grupo de selectos e iluminados que intentaron convencer vaya a saber uno a quién. Sólo en algunos momentos fueron escuchados por sus correligionarios, dejando en evidencia que ni sus pares creen en las soluciones mágicas que plantean para el país.
Es justo decir que muchas veces era imposible escuchar lo que decían, tras los cortes constantes del cable del micrófono; paradoja de la tecnología que bien pudo expresar al final del acto el Dr. Helios Sarthou, (pena me da ver a un hombre de su trayectoria política estar en esta senda), mientras revoleaba el micrófono sin darse cuenta de que ya no era necesario gesticular o realizar una arenga ante la pobre concurrencia; sin darse cuenta de que sólo le hablaba a sus amigos de turno.
Apenas dos o tres personas éramos del barrio, lo cual quedaba reflejado ante el pedido insistente y constante del coordinador del acto que solicitaba que la gente de la zona participara o denunciara sus pesares. Pero sólo el silencio fue la respuesta a ese pedido y no por que fallara el cable del micrófono, sino porque nadie de los que participaba tomó la posta.
Qué suerte es poder vivir en este país generoso y ver que estos pequeños grupos pueden expresarse sin inconvenientes ante la tranquila mirada de vecinos que vivían su cotidiana existencia, mirando con respeto lo que un grupo de personas realizaba bajo un sol resplandeciente que invitaba a avanzar. Quizás por eso nadie se detuvo a escuchar sus verdades.
¿Esto sinceramente será en serio? ¿Pensarán estos grupos que la gente es tonta? ¿Algunos de ellos estarán convencidos de sus dichos, quizás? ¿Creerán honestamente que si matamos esta suerte de gobierno vendrá una sociedad superior? ¿Gobernada por quién? ¿Por ellos?
No creo tener todas las respuestas; lo que sí puedo decir es que las falsas promesas, las verdades a medias y los discursos del momento, solo lograrán que esta sociedad, inteligente, cansina, segura y muy capacitada para darse cuenta de que los mesías no existen, detecta a los mediocres de siempre que creen que todavía este pueblo es caldo de cultivo para sus logros personales.
Salú y vamos a andar, sin prisa pero sin pausa, con respeto a las diferencias, pero con la convicción de que vamos por buen camino y de que, lamentablemente debemos convivir con gente que le sigue poniendo intencionalmente palos a la rueda.
Ya había participado varias veces de este ritual, pero nobleza obliga decir que hoy las expectativas eran otras: venían a un lugar donde vive mucha gente y quizás la problemática de estas personas podía ser escuchada o denunciada en un ámbito puro y de participación nunca antes ofrecido, recordando las viejas prácticas de los cabildos abiertos.
Participé como oyente desde las 11:00 hasta las 13:30, –tiempo que duró el acto-, que fue una demostración de democracia participativa: no más de 35 personas, pues los conté y no pudieron llegar a 36. Pero lograron expresarse hablando entre ellos, un grupo de selectos e iluminados que intentaron convencer vaya a saber uno a quién. Sólo en algunos momentos fueron escuchados por sus correligionarios, dejando en evidencia que ni sus pares creen en las soluciones mágicas que plantean para el país.
Es justo decir que muchas veces era imposible escuchar lo que decían, tras los cortes constantes del cable del micrófono; paradoja de la tecnología que bien pudo expresar al final del acto el Dr. Helios Sarthou, (pena me da ver a un hombre de su trayectoria política estar en esta senda), mientras revoleaba el micrófono sin darse cuenta de que ya no era necesario gesticular o realizar una arenga ante la pobre concurrencia; sin darse cuenta de que sólo le hablaba a sus amigos de turno.
Apenas dos o tres personas éramos del barrio, lo cual quedaba reflejado ante el pedido insistente y constante del coordinador del acto que solicitaba que la gente de la zona participara o denunciara sus pesares. Pero sólo el silencio fue la respuesta a ese pedido y no por que fallara el cable del micrófono, sino porque nadie de los que participaba tomó la posta.
Qué suerte es poder vivir en este país generoso y ver que estos pequeños grupos pueden expresarse sin inconvenientes ante la tranquila mirada de vecinos que vivían su cotidiana existencia, mirando con respeto lo que un grupo de personas realizaba bajo un sol resplandeciente que invitaba a avanzar. Quizás por eso nadie se detuvo a escuchar sus verdades.
¿Esto sinceramente será en serio? ¿Pensarán estos grupos que la gente es tonta? ¿Algunos de ellos estarán convencidos de sus dichos, quizás? ¿Creerán honestamente que si matamos esta suerte de gobierno vendrá una sociedad superior? ¿Gobernada por quién? ¿Por ellos?
No creo tener todas las respuestas; lo que sí puedo decir es que las falsas promesas, las verdades a medias y los discursos del momento, solo lograrán que esta sociedad, inteligente, cansina, segura y muy capacitada para darse cuenta de que los mesías no existen, detecta a los mediocres de siempre que creen que todavía este pueblo es caldo de cultivo para sus logros personales.
Salú y vamos a andar, sin prisa pero sin pausa, con respeto a las diferencias, pero con la convicción de que vamos por buen camino y de que, lamentablemente debemos convivir con gente que le sigue poniendo intencionalmente palos a la rueda.
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