miércoles, 29 de abril de 2009

Muerte en el piquete

Walter Alejandro Maulucci, argentino, 33 años, ya no podrá explicar qué fue lo que pasó. No podrá porque está muerto. Se estrelló en una madrugada de niebla, en las vecindades de Gualeguaychú, cuando conduciendo su moto, su sencilla y humilde moto, fue a parar contra un acoplado colocado por el piquete de los autodenominados “ambientalistas” de Gualeguaychú.



Ahora sabemos que, por lo menos, hay una muerte. Botnia, por el momento, no mató a nadie, no hay manera de demostrar en un año y medio largo de explotación de planta de pasta de celulosa de Fray Bentos que la actividad industrial de esa empresa haya provocado perjuicios, ya no digamos a los seres humanos, sino ni siquiera al propio Río Uruguay.

Sin embargo, en un estado de alucinación colectiva millares de pobladores de Gualeguaychú siguen pensando que es factible no solamente obligar a la República Oriental del Uruguay a que desmonte y liquide la planta que hace un año y medio está funcionando, sino que incluso es posible constituirse en una policía autónoma, en una fuerza fronteriza, en una gendarmería dentro del Estado manejada por el vecindario.

Gualeguaychú es hoy el nombre de un disparate de características épicas. El gobierno central de la República Argentina -ya sea cuando era su titular Néstor Kirchner, como ahora, con Cristina Fernández de Kirchner- mira a otro lado, le da la espalda a Gualeguaychú. En el fantasioso argumento jurídico del ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, Aníbal Fernández, el Gobierno no está de acuerdo con el piquete, pero tampoco está de acuerdo en hacer algo que pueda molestar al pueblo. O sea que si el pueblo de Gualeguaychú quiere seguir ejerciendo un poder autónomo, que lo habilita a bloquear la frontera internacional, la Casa Rosada nada tiene que decir y menos tiene que decir la sede real del poder político, la residencia de Olivos.

Pero ya hay un muerto. El muerto es el producto de un disparate, producto de una frontera cerrada, de un camino bloqueado, de un piquete ilegal y que ya carece de toda legitimidad. Y lo que es más grave: es una muerte que no le sirve a nadie, que no sirve a ningún propósito, y que solamente provoca duelo y tragedia en la familia de Maulucci, un hombre joven de 33 años, cuya vida fue interrumpida por una carretera bloqueada.

El cinismo y la hipocresía de los asambleístas autodenominados “ambientalistas” de Gualeguaychú no tiene fronteras. Alegan que esto que ha sucedido en la ruta 135 es el producto de un Estado ausente ante el reclamo de la gente.

¿Qué quisieran que se hiciera? ¿Qué las Fuerzas Armadas argentinas invadieran Uruguay? ¿Qué pretendían, que la Gendarmería, la Prefectura o tropas del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea hicieran un muro al estilo del que separó Berlín durante tantas décadas?

Claro que está ausente el Estado. Está ausente el Gobierno porque no quiere pagar un solo costo político y porque es producto de su propia encerrona. Gualeguaychú en estado de alucinación es el nombre de un gran disparate nacional, ahora, encima, manchado de sangre. Botnia, de momento, no mató a nadie. El único muerto, murió al estrellarse contra un piquete.

Cortesía: Pepe Eliaschev

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