Mientras la blanca doncella en el cielo viaja libre de
culpa, el rojo hermoso guerrero carga las culpas de una Pompeya en
ruinas. Por alinearse a otros, se le castigó al ostracismo, siendo uno más de
los malvados del cosmos.
Las falacias de ruinas, pestes y malos pronósticos no hicieron
más que dejarlo lejos, muy lejos de disfrutar de su grandeza; su nombre de
guerra no fue suficiente para que el tiempo lo respetara y, cual navegante
errante, siguió con sus coplas, alineándose con sus pares mientras el brillo de
otros postergaban sus méritos.
El pasado lo condicionaba, su existencia no era más que un
pronóstico de muerte y sangre, algunos habían decidido por él que su color era
terrible, alineado y justificando quizás, en su pensar, tantas cosas sin
sentido.
Las noches claras y blancas eran un puñal en su pecho para
lograr trascender, mas no pereció en el intento de ser uno más de ese maravilloso
ordenamiento, era la obsesión de vivir a la sombra de lo que otros
creen.
Paso mucho tiempo, y algunos dejaron de ser cegados
por el brillo de cercanas cosas y decidieron dar un paso más, saltar a
descubrir nuevos colores. Aquellos viejos tiempos se ven reconfortados hoy al
ver con qué altura y entereza sigue tan campante, en línea con quienes por años
lo acompañaron a la sombra de esa brillante luz blanca que todo postergaba;
tiempos de miradas profundas y detallistas reflotaron la inmensidad de su silueta,
quizás aburridos por la cotidiana visión de un cielo dominado por la doncella,
quizás tratando de ver nuevas cosas, no lo sé.
Me sonrojo, pienso en aquellos viejos observadores del cielo que querían ver nuevos colores en el cielo y me gustaría decirles que hoy me sonrojo, simplemente, me sonrojo.
Me sonrojo, pienso en aquellos viejos observadores del cielo que querían ver nuevos colores en el cielo y me gustaría decirles que hoy me sonrojo, simplemente, me sonrojo.
1 comentario:
Me encanto!!! ❤
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