Con mucho “más ruido que nueces”, pero apoyados en sus fuertes recursos económicos y un gran respaldo mediático, un pequeño sector de nuestra sociedad ha logrado instalar una sensación de “fuerte resistencia a la megaminería”, según escribe en diversos medios el periodista Aníbal Terán, quien se ha transformado en el principal vocero de la llamada Comisión en Defensa de la Tierra, el Agua y los Recursos Naturales, que viene concretando una clara estrategia de utilización de diversos espacios, en especial algunos generados por el gobierno nacional o los gobiernos departamentales, como las audiencias públicas o los llamados foros de desarrollo, para hacer sonar con estridencia los “argumentos” de “su causa”.
No será el centro de nuestra argumentación la descalificación de los voceros (por aquello de “no matar al mensajero”…) aunque en eso se han transformado tanto Terán como algún “revolucionario de internet” que también anda por ahí, y lamentablemente también algunos ciudadanos olimareños que conocemos, que sin tanta búsqueda de micrófonos como aquellos, creen honestamente estar luchando por una causa noble.
Es sólo un detalle que a estos devenidos voceros del fundamentalismo ambiental jamás se los haya visto antes luchando en serio por alguna causa justa, juntando firmas no en puestitos circunstanciales, sino embarrándose todos los días para golpear todas y cada una de las puertas del país entero, ya contra la impunidad de los gorilas, ya en defensa de las empresas públicas… ¡y vaya si tuvieron oportunidades de haberlo hecho!
Tampoco se les vio jamás solidarizándose con un sindicato en conflicto, o visitando una empresa ocupada, ni pasando siquiera por la vereda de las ollas sindicales en aquel durísimo 2002… En fin…
El verdadero interés de esta movida está en ese pequeñísimo sector social que la comanda, que son los productores de la zona de Valentines y Cerro Chato, lo que también enmarca esta disputa en el contexto de la lucha de clases.
Sólo desde la pertenencia al grupo hegemónico que ostenta el poder real en el país, o la connivencia con él, consciente o no, se puede seguir reivindicando el carácter de país casi exclusivamente agrícola ganadero y de servicios.
Estamos en una etapa de la vida nacional en que se hace absolutamente necesario profundizar las conquistas populares, avanzando en democracia, y en ese marco la mejor y más justa distribución de la riqueza se vuelve condición indispensable.
La necesidad de la transformación y diversificación de la matriz productiva del país, toma un protagonismo creciente en tanto puede empezar a generar un real derrame social de las riquezas de la nación.
Cobra entonces un papel fundamental la explotación de los recursos naturales, apuntando a que se los conciba como patrimonio de las grandes mayorías nacionales, y en beneficio de éstas se desarrolle. Como bien lo dice la UNTMRA: usar racionalmente los recursos naturales para sacar de la pobreza a amplios sectores de nuestro pueblo que aún la sufren.
Esta necesidad navega entre dos fundamentalismos: el que plantea que todo lo que se haga en el marco del gobierno del FA está bien, a cualquier costo, en tanto genere trabajo, y el que hemos dado en llamar fundamentalismo ambiental, que no reconoce más realidades ni razones que su propio empecinamiento.
Y, como no nos gusta ningún fundamentalismo, decimos claramente que si la única alternativa de explotación minera estuviera planteada como un proceso meramente extractivo y exportador nadie dude que también estaríamos en contra, porque en tal caso sí cabría adjudicarle la condición de colonialista, en tanto profundizaría la dependencia. Pero los propios trabajadores organizados tienen propuestas programáticas que deben ser atendidas efectivamente, y que se basan en un desarrollo de la minería radicalmente diferente, apuntando a la industrialización de los recursos extraídos, con la consabida incorporación de valor agregado, pudiendo, por ejemplo en el caso del hierro, utilizar ese recurso en la promoción de una poderosa industria siderúrgica nacional, en el desarrollo de la industria automotriz y naval, propuesta que desactiva el pobrísimo argumento de que estos emprendimientos generarían trabajo sólo para unos pocos años.
Y lo realmente importante, generarían trabajo de calidad. Nadie más interesado que los propios trabajadores del sector en que los controles ambientales y el desarrollo del trabajo en condiciones de salud e higiene laboral se cumplan estrictamente, pues lo que ponen en juego es su propia vida y la de sus familias.
En tal sentido, la presencia del Estado se hace vital, fortaleciendo los organismos de contralor tales como DINAMA y DINAMIGE, y promoviendo desde las propias empresas públicas políticas de desarrollo real acompasadas con el objetivo de construcción del país productivo con justicia social y profundización democrática.
El Estado debe transformarse en el principal actor en las políticas de extracción minera.
La profundización democrática no puede ser concebida sino como avance en conquistas y ampliación de derechos para las mayorías. Es natural, y aquí se cuela una vez más la porfiada lucha de clases: que estos sectores poderosos renieguen del cambio hasta cultural que significa que en la zona de Ruta 7 los obreros se organicen y, fruto de ello y de su lucha, pasen a tener un salario decoroso y condiciones de trabajo decentes, situación que no se daba cuando muchos de los mineros de hoy eran superexplotados en los establecimientos de estos mismos “señores” que ahora a voz en cuello pretenden asir banderas que no les pertenecen, como el ambientalismo y la defensa de la soberanía.
Por su parte, el Comité de Base de la UNTMRA en Aratirí, cuando estos personajes se alegraron ante la paralización de las obras y el consiguiente pase a Seguro de Paro de cientos de obreros, en el marco de una gran movilización colocó en Cerro Chato un cartel con una interrogante que no se animan a responder: “Los que festejan, cuándo quedemos sin trabajo ¿qué proponen?”
Cuando pagaban salarios de cuatro o cinco mil pesos por extensísimas jornada de trabajo… Cuando amenazaban con el despido si sus obreros intentaban sindicalizarse… ¿invocaban también a José Artigas?...
¿No será que se les han entreverado algunas palabras de las frases que usan, y que en lugar de “defender el rico patrimonio de los orientales”, están defendiendo el patrimonio de los orientales ricos?
1 comentario:
Me parece genial esta publicación, tienes temas muy interesantes!
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