Por primera vez, la reunión de líderes convocada por el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, se realiza en América Latina. La Clinton Global Initiative (CGI), que se desarrolla esta semana en Río de Janeiro, reúne a líderes de los sectores públicos y privados, así como integrantes de la sociedad civil, para abordar los temas que enfrenta la región. Parte de la cumbre se centra en el tema Planificando para el crecimiento verde, para “desafiar la noción de que promover la sostenibilidad ambiental y estimular el crecimiento económico deben ser prioridades que compiten entre sí” (1).
Hemos escuchado esta retórica desde hace mucho tiempo. Sin embargo, desafortunadamente, a lo largo de las últimas cuatro décadas, la preocupación por los temas “verdes” en las cumbres internacionales se ha acercado cada vez más a las preocupaciones de moda de los occidentales ricos y se ha alejado de los intereses legítimos de la abrumadora mayoría de los habitantes del mundo.
El calentamiento global es real y es producto de la mano del hombre, pero de ninguna manera es nuestra principal amenaza ambiental. Incluso si asumimos -sin razón- que fue la causa de todas las muertes por inundaciones, sequías, olas de calor y tormentas, este total se elevaría a sólo el 0,06% de todas las muertes en los países en desarrollo. Pero hay otros retos ambientales que enfrenta América Latina que son mucho más problemáticos.
Uno de los principales asesinos ambientales a nivel mundial y en América Latina es un problema desconocido para la mayoría de la gente en los países ricos: la contaminación del aire interior. Más de 170 millones de personas en América Latina no tienen más opción que utilizar combustibles como el cartón y el carbón sucio para cocinar sus alimentos y tratar de calentar sus hogares (2). La tasa de mortalidad anual por respirar el humo de estos fuegos se estima en casi 90.000, siendo la mayoría de las víctimas mujeres y niños. A nivel mundial la contaminación del aire interior mata a más de 3,5 millones de personas.
El mayor problema ambiental en todo el mundo -y sí, es un tema ambiental- es la pobreza. Para los más de mil millones de personas en este planeta que subsisten con menos de $1,25 al día, preocuparse por las cuestiones ambientales es un lujo distante. Tan sólo en América Latina, más de 36 millones de personas viven con menos de $1,25 al día (3). Pobreza significa que comunidades enteras desfavorecidas tienen menos para comer, tienen menos educación, y están más expuestas a las enfermedades infecciosas. Darles la posibilidad de enriquecerse les permite satisfacer las necesidades inmediatas de sus familias, como alimentos, agua potable y educación. Y entonces, pueden darse el lujo de empezar a preocuparse por el medio ambiente.
En resumen, ayudar a la gente a salir de la pobreza es una de las mejores acciones que podemos tomar por el medio ambiente. Sabemos que la energía barata es la columna vertebral de nuestra riqueza, y debemos permitir que más personas salgan de la pobreza dándoles acceso a esa energía. China ha sacado a 680 millones de personas de la pobreza en los últimos treinta años mediante un aumento dramático en el acceso a la energía moderna, mayormente carbón barato.
Por esto, es imperativo que la Clinton Global Initiative resista la tentación de copiar la última Cumbre de Río. Sin embargo, en el programa, leemos un elogio al “acceso a una gama de alternativas en energía renovable” de América Latina. El problema es que la energía verde en su mayoría sigue siendo mucho más cara, menos eficaz y más intermitente que las alternativas.
Si queremos reducir la pobreza e impulsar la sostenibilidad a largo plazo en América Latina, se trata sobre todo de conseguir un acceso mucho mayor a la energía. No sólo a la pequeña cantidad que aporta un panel solar, sino a los conocidos y confiables combustibles fósiles de bajo costo -preferentemente gas, que emite la mitad del CO2 que el carbón- lo que puede evitar decenas de miles de muertes por el humo, y potenciar la economía para sacar a millones de personas de la pobreza.
Esto permitirá que las poblaciones se enriquezcan y se vuelven más resilientes, y puedan afrontar los problemas medioambientales inmediatos como la contaminación del aire interior. En el largo plazo, la energía verde más inteligente es también parte de la solución. Pero mientras la Clinton Global Initiative discute el crecimiento verde, es importante fijar correctamente nuestras prioridades.
Por Bjorn Lomborg
Por Bjorn Lomborg
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