viernes, 19 de abril de 2019

SOMOS MENOS QUE BACTERIAS

Henry Luois Mencken
Henry Luois Mencken fue un pensador y escritor muy influyente en la segunda mitad del siglo XX. Una de sus citas, mi preferida, refleja lo que vamos a desarrollar en este análisis: Todo el propósito de la práctica política es mantener a la muchedumbre alarmada (y por ello clamorosa pidiendo ser conducida a la seguridad) amenazándola con una serie interminable de sandeces, todas ellas imaginarias.

Resulta duro comenzar un análisis mencionando esa cita de Mencken. Lo cierto es que me parece oportuno citarla pues estamos siendo invadidos por amenazas de la índole descrita por ese pensador. Descartando todas las demás, destaco la que más nos invaden y mayor significado económico tiene en nuestra sociedad. La amenaza del cambio climático originado en el comportamiento de la humanidad.

Desde la caída del muro de Berlín dejó de existir enemigos claros, enfrentando ideologías políticas entre occidente y oriente, entre capitalismo y comunismo. Pero, resulta claro, como la imaginación es infinita entonces se creó el enemigo de la humanidad: la misma humanidad enemiga de sí misma por las consecuencias de su actividad. De nada vale que el avance intelectual y tecnológico ocasionó que seamos cada vez en este planeta mejor alimentados y con mayor esperanza de vida en general. Se ha instaurado la idea que somos nuestros propios enemigos, pero igualmente ha emergido un grupo de pensadores que han promovido la idea que si nosotros, la humanidad, somos la causa del problema, también somos parte de la solución. Absurdo. De cierta manera se ha impuesto que nosotros, los humanos, somos tan poderosos que podemos influir en el clima y, de la misma forma, somos igualmente tan poderosos que podemos influir cambiando el clima modificando nuestro comportamiento.

En mi opinión, es lo mismo que creernos brujos que bailando o batiendo un tambor vamos a provocar que llueva o que la lluvia en exceso se detenga.

Intentemos situar en su contexto y analizarlo de esa forma la idea impuesta de nuestra influencia en el clima producto de la emisión de gases de efecto invernadero. Tal parece que se ha instalado la idea que es casi la única fuente de emisión de esos gases la que generamos nosotros en las múltiples actividades que desarrollamos usando energía. Y todo lo que hacemos se vincula al uso de energía. Todo. ¿Producir alimentos? Gasto de energía. ¿Salud? Energía. Todo lo que usted piense de nuestra civilización se basa en el consumo de energía. Y fue siempre así. ¿Calentarse en las cavernas o cocinar alimentos? Energía ¿Transportar cargas? Energía, ya fuera llevándola a hombros, a caballo, en carretas o en avión.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que existe una fuente de emisión de gases de volumen muy superior al que podamos emitir en nuestra actividad, la que desarrolla la propia naturaleza.
Comparados con ella, nosotros los humanos y nuestra actividad, no somos nada. Somos menos que nada comparados con las termitas o, peor aún, somos menos que las bacterias.

Vamos a comparar la emisión de CO2 de la flora edáfica por su respiración en el suelo de Uruguay con todas las emisiones de la actividad de nuestro país. Descarto toda otra fuente de emisión natural, como la degradación de materia orgánica por ejemplo.

En sólo un centímetro cúbico de buena tierra agrícola se cuentan varios miles de millones de bacterias y se calcula que la producción horaria de CO2 es de unos 2 a 5 kg por hectárea; en los suelos forestales todavía es considerablemente mayor.(1)

Ahora veamos... Uruguay tiene una superficie continental de 176.215 km2. Cada km2 es equivalente a 100 ha (1.000x1.000,= 1.000.000 m2; 1 ha= 10.000 m2; entonces 1 km2=100 ha). La superficie de Uruguay es de 17:621.500 ha. Para simplificar la notación y redondeando, 17,6 millones de ha.
Si consideramos la superficie urbanizada, rutas, y áreas rocosas, siendo conservadores restemos el 5% de la superficie total, lo que resulta en una superficie de  16,7 millones de ha. Para ser más conservadores y para redondear cifras estimemos que en realidad la superficie de campo con actividad de flora edáfica es de 15 millones de ha.
Tomando el nivel inferior de producción de CO2 por la producción de la respiración edáfica de 2 kg/ha/h por la superficie estimada de 15 millones de ha, entonces en el año tenemos una producción de 262,8 millones de toneladas al año.

La producción anual total de toneladas equivalentes(2) CO2 por todo concepto de la actividad humana en Uruguay es de 28,5 millones de toneladas (Geouruguay 2008) por lo que el porcentaje de la emisión por actividades antrópicas de Uruguay respecto a la producción natural de la flora edáfica es 10,8% (28,5millones/262,8millones).

Siguiendo con este razonamiento, en la misma publicación de Geouruguay 2008 se define que el balance entre la emisión antrópica de CO2  por toda actividad es  de 28,5 millones de toneladas menos la captura de toneladas equivalentes de CO2 de 23,4 millones es de, redondeando la cifra, 5 millones de toneladas equivalentes de CO2 de emisión neta al año. Entonces tenemos que la emisión neta significa que es el 1,9% (5 millones de toneladas/262,8 millones de toneladas) de la producción de CO2 por la respiración de la flora edáfica.

En resumen:
La producción de CO2 por todo concepto de la actividad humana en Uruguay es el 10,8% de la CO2 de la producción natural en el mismo período de tiempo. Si tenemos en cuenta la absorción de CO2 por las mismas actividades antrópicas en nuestro país, entonces la producción neta de CO2 es el 1,9% de la producción natural.

Dicho en otras palabras, necesitamos estar produciendo 50 años para lograr emitir las mismas toneladas equivalentes de gases de efecto invernadero que lo que se emite en un solo año de producción natural por la actividad de la flora edáfica únicamente, sin considerar toda otra fuente de emisión de CO2 como la respiración de la biomasa, incluyendo la digestión de restos de materia orgánica.

Sin embargo, nuestro país tiene que aceptar lo que es políticamente correcto respecto al supuesto efecto en el clima que produce la actividad humana, entonces aceptamos una agenda ambiental impuesta por un organismo internacional plagado de burócratas sobrepagados cuyo único objetivo, parece, es mantener sus propios puestos de trabajo mediante la propagación de alarmas sin fundamento.

Por eso mismo, resulta que se minimiza los verdaderos problemas ambientales reales para cada sitio como resolver el problema de los residuos urbanos, líquidos y sólidos, la degradación de la calidad del agua como consecuencia del incremento explosivo de producción de alimentos o resolver la gestión más adecuada de los residuos eléctricos y electrónicos.

(1) Tratado de Botánica  - Strassburger (et al)
(2) Toneladas equivalentes corresponde a la suma de todos los gases de efecto invernadero con relación al CO2

Manfredo Irigoyen

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